- Maurice Ravel (1875-1937)-
Hablando de música, percibir la ironía y lo juguetón en una canción es simple puesto que su letra nos lo revela pero en casos como el del Bolero (una composición instrumental) los caminos son otros. En todo el tiempo que dura esta pieza –un cuarto de hora más o menos- solo escuchamos dos temas; no hay desarrollo de estos, variaciones, ni nada que se le parezca. La variación únicamente se da en la orquestación de estas dos melodías que se hacen infinitas lo que convierte a la partitura en un juego de timbres. Un juego “vacío de música”.
La primera melodía contribuye indudablemente a crear ese ambiente lúdico por lo alegre de su carácter; la segunda más bien responde con misterio y hasta con angustia. El acto de repetir e intercalar estas melodías haciéndolas también víctimas de un crescendo (aumento de intensidad) me sugiere que Ravel buscaba aturdir a los oyentes, y si me aventuro más en mi suposición diría que el compositor francés trataba con una forma leve de…tortura! (En algún lado leí o escuché que se puede torturar a una persona exponiéndola a un mismo sonido por bastante tiempo. Basta con acordarnos del sonido insistente de una alarma de carro). El Bolero es coronado en el final. Si la obra comenzó con suaves toques de tarola y una flauta, en los últimos compases escuchamos a toda la orquesta participando de este ritmo hipnotizante con todo su volumen e intensidad.
Por estas razones es que Ravel diagnosticó que esta obra suya no tenía música; sin embargo, más allá de que haya buscado aturdirnos, tomarnos el pelo o divertirse a sí mismo combinando sonidos, no se puede negar que también nos causa ese placer inocente y único que da la música. Pueden ver la interpretación en vivo del Bolero en youtube dirigida por un viejo pero legendario Herbert Von Karajan. Recomiendo que lo vean por lo emocionante que es escuchar a la orquesta y ver los gestos de Karajan al dirigirla.
Termino con una cita del libro Historias curiosas de la música. Así como suena (2): “En el estreno de esta obra, una espectadora gritó refiriéndose al compositor: ‘¡Está loco!’. Ravel comentó que la exaltada mujer ‘había comprendido’”.
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